Desde el año 1991 trabajo en el campo de la Prevención: primero como técnico de prevención, luego como formador, posteriormente como auditor, y últimamente desde el campo de la psicología del trabajo.

Todavía recuerdo una ocasión en que mi hija llegó a casa del colegio, y me comentó que la profesora les había preguntado por la profesión de sus padres. Cuando le tocó su turno y contestó que su padre era Técnico en Prevención de Riesgos Laborales, los ojos de la profesora debieron de ser claramente indicativos de la perplejidad que le producía la respuesta, pues desconocía por completo que era “Eso”.

He podido observar la evolución de la Prevención de riesgos laborales en el campo del trabajo de una manera directa y eso me permite comprobar como aquella figura estadística de la campana de Gauss que estudiábamos en aquella época del bachiller, y que mostraba una zona de inicio muy leve creciendo exponencialmente hasta una altura importante, volviendo a decrecer posteriormente hasta los niveles de inicio, cobra por desgracia cada día mas relevancia en este campo. Recuerdo que cuando empezaba a trabajar en este campo todavía estaba vigente la famosa Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el Trabajo, (OGSHT) la cual se cumplía sobre todo en las grandes empresas y dentro de las mismas las de ámbito estatal. En el resto de empresas ni que decir tiene que se desconocía hasta su propia existencia.

Cuando la Ley de prevención de riesgos laborales vio la luz, allá por el año 1995, de golpe como si de una explosión de fuegos de artificio se tratara, muchísimas empresas (sobre todo empujadas por el miedo a las sanciones) empezaron a conocer lo que suponía el campo de la Prevención y , por añadidura, empezaron a emerger por otro lado numerosos centros de formación que ofertaban títulos que, en muchos casos, quedaban solamente en eso, en títulos, pues la calidad formativa dejaba mucho que desear.

Irrumpió el término “prevención de riesgos laborales” en la sociedad y se convirtió en una oportunidad para todos aquellos universitarios que , bien por ampliar su currículum y disponerse a llenar sus mochilas de títulos o acreditaciones que pudieran facilitar su inserción laboral, o simplemente con el objetivo de cerrar ese triunvirato que formaban Calidad, Medio Ambiente y Prevención de Riesgos Laborales, se matriculaban de manera cuasi compulsiva en aquellos cursos que recordaban a aquel famoso lubricante que guardaba unas bondades cuasi mágicas y que con solo unas gotas, provocaban una cadena de beneficios indescriptible (creo que se llamaba 3 en 1). Pues bien, en aquella época, había cursos en los que obtenías las tres especialidades (Seguridad en el Trabajo, Higiene Industrial y Ergonomía y Psicosociología en el trabajo) con 4 sesiones presenciales. No puedo evitar sonreír cuando recuerdo a un chico que vino a hacer prácticas conmigo a la Empresa y me contaba esta situación, agravada en su caso porque una de las cuatro sesiones había coincidido con un partido en la mañana del sábado de Corea con la Selección española de futbol, y como consecuencia se había suspendido la sesión presencial.

Conclusión, tres sesiones presenciales y tres títulos de Técnico Superior en tres especialidades. Luego cuando le ponías un sonómetro en la mano, lo miraba con el mismo afecto que una vaca al tren que pasa por el medio del prado en el que pasta.

Desde hace unos años, coincidiendo con la inmersión en esta crisis de la que algunos adivinan su final, estamos volviendo aquella época de la Ordenanza en la cual cada día, la precariedad laboral existente, las continuas reformas laborales que han menoscabado los derechos de los trabajadores, etc., han vuelto a poner el punto de mira en uno de los elementos básicos constitutivos del mundo laboral, como es la garantía de que el trabajador no sufra ningún menoscabo o merma en su salud como consecuencia del trabajo que desarrolla.

Creo que estamos de nuevo en la parte final de la campana, a la que hemos vuelto después de una eclosión que en la teoría, ha sido espectacular pero que, en la practica , ha sido una gran oportunidad perdida.

A lo peor, pasará mucho tiempo antes de que podamos estar en la predisposición social, laboral, anímica y económica para recuperar aquel estatus.
Entre tanto, las cifras de siniestralidad, (aquellas que se declaran) son demoledoras y nos supone una bofetada de realidad que tiene que hacernos reflexionar: algo hemos hecho mal, y desde luego, nos toca aprender de esos errores. Pero mientras ……. estamos jugando con fuego.

Daniel López García
Psicólogo del Trabajo y las Organizaciones
Técnico Superior en PRL (3 especialidades)
Auditor de OHSAS 18001
Formador en PRL
Autor del libro : “Procesos Psicosociales. Salud y Trabajo

Sobre admin

Responder

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *